El fin de una era

La gestión parece desgastada y no abundan los fusibles. La reacción tardía en el conflicto de la UTA con los empresarios del transporte que paralizó a la ciudad es tan solo un ejemplo. ¿Querrá el Intendente adaptarse a los nuevos tiempos que vienen?.

Algunos sucesos indican que estamos en presencia del final de un ciclo, se abusa del término cambio de época (emparentado a una fuerza política, como ocurrió en tiempos de la alianza), pero otros preferimos denominarlo el fin de una era.

Era nos remite a un periodo de tiempo relativamente prolongado que comienza en virtud de un hecho relevante. La irrupción de un outsider de la política vernácula y su vertiginosa llegada a la intendencia bien podría ser un suceso trascendente, pero no todo gira en torno a los mismos nombres propios. No nos subestimen.

Desde hace algún tiempo la sociedad se encuentra atrapada en una especie de péndulo, que cuando llega a alguno de los extremos parece detenerse para luego volver a ponerse en movimiento. Quizás nunca se detiene completamente, pero esa sensación es la de llegar a destino luego de un trayecto recorrido. Ese movimiento pendular ha generado una especie de hipnosis colectiva.

El origen radica en la intrascendencia que se le asigna a la realidad. La gestión se transformó en un fin en sí mismo y dejó de ser un medio para lograr cambios sustanciales. Por este motivo se abusa de la exposición sin que la misma tenga sentido. La exposición por la exposición misma.

Cuantas veces nos encontramos con políticos mostrando simples actividades cotidianas como hechos relacionados a la gestión. Les resulta más importante mostrar que fueron a determinado lugar que las posibles consecuencias de esa visita o los proyectos que presentarán en base a la información recabada en la recorrida.

La gestión se asocia en esta época con la presencia, pero como dijimos la presencia para ser gestión debe generar cambios o soluciones. El acompañamiento paso a ser una virtud en contraposición a supuestas ausencias asociadas a la mala praxis política. Es un visión simplista, insuficiente y cortoplacista.

Algunos encontrarán el hito fundacional en las interminables cadenas nacionales de CFK y sus continuas y repetidas inauguraciones televisadas en prime time, otros en cambio lo encontrarán en la irrupción del dogma enarbolado por el PRO que hace de un desagüe o del metrobus una corriente ideológica. Lo cierto es que son dos caras de una misma moneda. La necesidad de mostrar por sobre la obligación de hacer.

En nuestra ciudad la llegada de Guillermo Montenegro fue el desembarco tardío del movimiento pendular en estado puro y la sobredimensión de la imagen como herramienta política. El intendente es un pragmático. Pero algo está crujiendo y cada día es más evidente.

La gestión está tabaleando y no sobran los fusibles. Los primeros cuatro años de Montenegro no se han caracterizado por un gabinete luminoso, no por falta de capacidad de sus integrantes, sino por una decisión de subordinación.

El único que “gestiona” por diseño es el mismísimo Montenegro, el resto solo lo acompaña. En épocas de pandemia lo secundó Viviana Bernabei, en momentos de reactivación el elegido fue Fernando Muro y frente a una inseguridad creciente surge la figura de Martín Ferlauto. Ninguno será más que una segunda guitarra. El único dirigente al que el intendente considera un par es a Alejandro Rabinovich.

Esta situación genera una sobreexposición que agota el capital político que el intendente supo construir en contraposición a la figura de su antecesor. Lo cierto es que la gestión de Montenegro carece de hitosSi en 50 días el alcalde decide no ir por su reelección pocos serán los recuerdos, más allá de su errante andar en épocas de pandemia y alguna que otra decisión cosmética.

El día a día del gobierno está repleto de inconsistencias propias de un gestor desgastado. El intendente parece agotado cuando una de sus virtudes era la de ser incansable. Un modelo se está agotando. La exposición es insuficiente cuando los problemas se vuelven crónicos. ¿Cuántas veces se puede hablar con los mismos vecinos que tienen los mismos problemas?.

Los anuncios grandilocuentes caen sucesivamente en abstracto y cada día es más evidente la incapacidad para gestionar el conflicto social. Un claro ejemplo de esto fue el intempestivo paro del transporte de esta semana. La coalición de gobierno fue incapaz de aprobar un nuevo pliego en el legislativo y el Ejecutivo no sabe cómo evitar la debacle constante del sistema de Transporte Público. La imposición de multas fue una reacción tardía frente al silencio en plena crisis. Y así podríamos enumerar las indefiniciones en relación a las apps de trasporte, las promesas en relación al estadio José María Minella y la creciente inseguridad como algunos ejemplos.

Ya no basta con enfrentar desde lo discursivo al kirchnerismo apelando siempre a los mismos fantasmas. Ni siquiera el aceitado aparato comunicacional montado por Montenegro desde su llegada pueden disimular el desgaste.

A veces las señales pueden ser accidentales, pero este miércoles el Intendente compartió en sus redes sociales la historia de un ave salvaje que, luego de un periodo de recuperación y cuidado en la ciudad más linda del mundo, volvió a volar libremente.

Por momentos parece que el final está a la vuelta de la esquina. Es una decisión difícil. Las decisiones suelen ser mucho más profundas que lo efímero de una imagen. Quizás estamos ante el fin de una era, y el Intendente lo sabe. Solo el tiempo dirá si podrá y querrá adaptarse o no a los nuevos vientos.

Muchos esperan atentos. Nosotros también.

Fuente: LoQuePasa.net

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