Mama Antula, santa argentina: «Madre espiritual de la Patria» que eligió un «camino distinto»

(Por Florencia Vaveluk) Investigadores históricos y religiosos coincidieron en definir como «madre espiritual de la Patria» a María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, que se convertirá en la primera santa argentina de la Iglesia Católica, y destacaron que escogió un «camino distinto» al estipulado para las mujeres de la época colonial y cuya obra es una de las expresiones «más fuertes de la evangelización popular» de Argentina.

Luego de la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión, el Vaticano informó que canonizará a inicios de 2024 a la beata María Antonia de Paz y Figueroa o «Mama Antula».

Nacida en 1730 en Santiago del Estero, Mama Antula era descendiente de una destacada familia que comenzó su práctica religiosa al acercarse a los jesuitas «con una decisión libre y espontánea que brotó del amor a raíz de su vocación cristiana», indicó a Télam la historiadora Graciela Ojeda de Río, quien desde 1980 se dedica a difundir la vida de la beata.

«Es una mujer de fe, laica, comprometida con la iglesia. Como las primeras beatas de la historia, comprometidas y muy cultas, que leían, se instruían y hacían beneficio a la sociedad sin mirar a quien e intentaban llegar a todos los necesitados, convocando a todas la clases sociales», destacó.

Como parte de un proceso que se inició en 1767, los jesuitas fueron expulsados de la región, sin embargo Mama Antula continuó su predicación por varias provincias del actual país, en un periplo que le demandó caminar más de 5.000 kilómetros.

Comenzando a la edad de 49 años, María Antonia «caminó miles de kilómetros por campos, caseríos y ciudades, villas y suburbios buscando corazones», aseguró a esta agencia Aldo Marcos de Castro Paz, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina que escribió el retrato documental de la beata.

«Su obra es una de las expresiones más fuertes de la evangelización popular en nuestro país», aseguró a esta agencia Aldo Marcos de Castro Paz, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina que escribió el retrato documental de la beata», completó.

«En un tiempo que se regía por las honras del linaje, etiqueta, heredades y jerarquías, logró que tanto hombres como mujeres asistieran a los mismos retiros, que todos comieran del mismo pan», sostuvo de Castro Paz.

También destacó que en su paso por el territorio, «ayudó a las comunidades originarias a construir su propio sentido de identidad nacional», al tiempo que «promovió la dignidad del trabajo», al instruir a las mujeres en labores y a los hombres en la construcción de sus propias viviendas.

«María Antonia puede ser reconocida como madre espiritual de la Patria por sus valores y su sentido de abrazar una causa superior, y de ser cristiana. Por eso se merece ser madre de una Patria, recorrió todo el país», aseguró Ojeda de Río.

En tanto, la biógrafa, escritora e investigadora de Mama Antula, Cintia Suárez, señaló que la beata «eligió un camino distinto al estipulado para una mujer de esa época, que te casabas o entrabas como monja».

«Ella quería ayudar, servir a un sector de la sociedad desposeído y olvidado, pero no como monja. De hecho, no hace voto de obediencia, sí de castidad y de pobreza, pero no de obediencia en ninguna orden», agregó Suárez, quien escribió una serie de libros sobre María Antonia junto a la periodista italiana Nunzia Locatelli.

Con su llegada a Buenos Aires en 1779, la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales fue uno de los principales objetivos de la beata, que logró levantar sobre terrenos donados y con fondos provenientes de limosnas de los fieles.

A su vez, Mama Antula participó de la práctica de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola «hasta su último suspiro, cuando falleció a la edad de 69 años, algo excepcional para la época», agregó Suárez.

Los ejercicios espirituales consistían -y consisten- en meditaciones realizadas a través de un espacio personal de reflexión que incluían silencio, lecturas y charlas con un sacerdote.

«Esto es porque los jesuitas tenían la certeza de que Dios obraba de forma personal con cada uno, y que hombres y mujeres tenían la posibilidad de comunicarse de forma directa con él a través de su espíritu e intelecto», explicó Ojeda de Río, quien es la encargada de las visitas guiadas a la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, ubicada en el barrio porteño de Constitución en la intersección de Salta y Avenida Independencia.

En esta casa, que actualmente es el edificio colonial más antiguo que mantiene sus actividades al igual que hace 200 años, se ofrecía alimentos y limpieza a «pocos nobles, comerciantes ricos y modestos, chacareros y esclavos», señaló la historiadora.

A su vez, añadió que también se realizó «por primera vez en el mundo un retiro espiritual sin clases sociales entre mujeres».

Mama Antula «fue la pionera de la defensa de derechos humanos porque se movilizó a favor de la gente, de los indios, de los mulatos, en una época en la que las clases sociales no se mezclaban y el esclavo no caminaba por la misma gente por la calle principal, en su casa ella logró mezclar eso», sostuvo Suárez.

También se refirió a los huérfanos que acogió a cargo la beata, a quienes otorgó el apellido «San José», el mismo que tomó la beata al iniciarse en su carrera eclesiástica.

«Logró que hicieran retiros aquellas personas que en la vida civil estaban separadas por el sistema de castas: color de piel, diversos oficios, funciones y dignidades del siglo XVIII americano», coincidió de Castro Paz.

En tanto, la investigadora remarcó los «milagros» que se le atribuyeron en vida a Mama Antula.

«Hay hechos que señalan que fue una persona excepcional, como la comida que se multiplicaba en su presencia o visiones fuera de lo común, entre ellas sabía que iba a ser parte de una obra grande que iba a perdurar, la Santa Casa de Ejercicios».

A la beata, que falleció el 7 de marzo de 1799 y sus restos descansan en la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad de la ciudad de Buenos Aires, se le atribuyeron la curación de la hermana Vanina Rosa ocurrido en 1905, junto con la recuperación de un hombre luego de un accidente cerebrovascular a comienzos del siglo XIX.

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