“No se trata de cambiar de mano la caja, sino de generar trabajo genuino” – Agustina Ciarletta –

Desde hace días venimos escuchando a distintos dirigentes políticos y medios de comunicación hablar sobre los planes sociales. Escuchamos a la vicepresidente, a intendentes, organizaciones sociales y periodistas. Ahora bien, me gustaría que nos detengamos a pensar sobre qué implican los “planes” en el día a día de millones de argentinos que los perciben.

Lo primero que debemos hacer es contextualizar la realidad económica de nuestro país. La línea de pobreza sobrepasa los 100 mil pesos, el salario mínimo es de 45.500 y la inflación llega al 6% mensual, por lo tanto, una familia donde dos integrantes trabajan y perciben el ingreso mínimo, es pobre. El trabajo siempre fue la herramienta para crecer, dignificar la vida y concretar proyectos. Hoy, trabajando, el 40% de los argentinos vive en la pobreza. Lo más terrible es que el próximo mes, por efecto de la inflación, será aún más pobre. Lo mismo vale para la línea de indigencia, cercana a los 45 mil pesos. El 49% de los jubilados, después de toda una vida de trabajo, perciben 37 mil pesos de mínima y los más de 3 millones de trabajadores informales cobran, en promedio, 38 mil pesos. Jubilados y trabajadores sobreviven en la indigencia.

El sentido original de un plan social es el de brindar contención económica transitoria a una persona que ha perdido el empleo. Sin embargo en nuestro país los “planes” son crónicos y cada año crecen en cantidad. Una de las razones de peso tiene que ver con la poca generación de empleo que tiene nuestra economía a causa de la inseguridad jurídica, la incertidumbre, la cantidad de impuestos y de una guerra política dentro del gobierno que no colabora en mejorar la situación. Pero no todo tiene que ver con la economía. Los planes sociales se han convertido en una importante caja de recursos que muchos dirigentes utilizan para construir su base política. Por eso nos enfrentamos a un problema económico, y también político.

Me sorprende que la vicepresidente y muchos intendentes hayan hablado con tanto desprecio de organizaciones sociales que, con sus defectos, tuvieron un rol muy importante de contención social a partir del 2001 y que constituyeron parte de la base del espacio que ellos mismos conducen. Se pueden condenar las “retenciones” supuestamente voluntarias que algunas organizaciones le cobran a sus integrantes y el caos de tránsito que generan con los cortes de calles cotidianos, sin negar que ante la enorme crisis económica que enfrentamos, dichas organizaciones cumplen funciones importantes en muchos barrios. También sorprende que la vicepresidente en vez de plantear una solución de fondo quiera pasar los planes de una mano a otra. ¿Esto se arregla dándole el control de 1.300.000 planes a gobernadores e intendentes? ¿De verdad es la única salida que se les ocurre? Existe consenso de todos los espacios políticos (sí, de todos) en que no se pueden sacar los planes sociales de un día para otro. Ahora, están quienes evidentemente se sienten cómodos con la idea de perpetuar hasta el infinito los “planes”. Nosotros pensamos que en vez de gastar el tiempo en peleas de circo dentro del gobierno y salir a defender una u otra de las posturas desde las intendencias adictas al poder, el sector político debería estar discutiendo un plan urgente de generación de empleo a través de beneficios impositivos a las pymes, generadoras del 70% del empleo formal en Argentina. Donde el plan social sea un enlace con el mundo laboral, exigiendo al beneficiario la finalización de los estudios secundarios y la formación en oficios para poder seguir recibiendo el mismo. Un esquema pautado de traspaso del mundo informal laboral al formal, apoyando las iniciativas productivas legítimas que partan desde dentro de los barrios populares. Los planes deben ser un medio

jamás un fin. Desde algunos pocos sectores del poder legislativo se han presentado proyectos que van en este sentido, sin embargo estamos discutiendo la composición de la corte suprema, el impuesto a la renta extraordinaria, y un sin fin de asuntos alejados de las necesidades de la gente de trabajo.

Necesitamos un plan transformador para nuestro país, construir nuevas y mejores oportunidades. No se trata de cambiar de mano la caja, sino de generar trabajo genuino para los millones de argentinos que con su voto les dieron la responsabilidad de gobernar.

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