Por Carlos Fara ✍
¿Cuánta radicalización –venga por derecha o por izquierda- soporta una sociedad y su sistema político? No existe para esto una respuesta unívoca, ya que dependerá mucho de la cultura política de cada país, de ciertas cuestiones estructurales / históricas, del grado de crisis económica y social que se padezca, y por supuesto, del grado de fair play que exista en el terreno político.
Por todos esos factores no se puede poner en la misma bolsa a Venezuela y a Brasil, para tomar solo dos ejemplos que tenemos cercanos a la Argentina.
Hablando de qué podía pasar en la elección presidencial de los EE.UU. me preguntaron hace unos meses sobre el grado de tolerancia de la sociedad americana al estilo populista de Trump. Dije que quizá esa experiencia extrema del gobernante multimillonario podría despertar una reacción de la mayoría precisamente para ponerle un freno. Algo así como: “no pensé que iba a ser tan terrible, entonces esta vez sí voy a ir a votar en contra”. El resultado muestra que eso sucedió, aunque por supuesto es mucho más complejo que esa simple reflexión.
A partir de la experiencia Trump, la respuesta a la pregunta de muchos sobre “cómo se le pone freno a los populismos” quizá sea “déjenlos gobernar y la gente sacará sus conclusiones”. Demasiado idílico: no siempre sucede, y además lo que se degrada por el camino, no se recupera fácilmente como una quemadura de primer grado en el organismo de un ser humano. Los más pesimistas dirán: los populistas llegan y se apropian de todo, por lo tanto se debe evitar que lleguen al poder. O sea: yanquilandia no puede ser una referencia tranquilizadora.
Teniendo esto una dosis importante de realismo, tenemos una mala noticia para Newton: no se cumple fácil y automáticamente en el cuerpo social su tercera ley, conocida como principio de acción y reacción (nos dice que si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario). Si fuera por el físico que descubrió la ley de la gravedad, el chavismo en Venezuela hace rato debería haber salido por la ventana, pero ahí sigue.
Dijimos en el párrafo precedente que no se cumple “fácil y automáticamente”, lo cual no significa que no se cumpla nunca, y quizá la reacción no tenga la intensidad de la acción. Pues bien, al radicalizado Trump lo está sucediendo el moderado Biden. El domingo pasado en Brasil sacaron ventaja los moderados frente a los dos polos (Bolsonaro y el PT). Está un poco más difícil describir desde esa lógica el cambio político en Bolivia. Veremos qué sucede en las presidenciales de Ecuador y Perú en los primeros meses de 2021. O sea: no da para hacer una teoría a partir de un par de casos que calzan.

Vayamos a la Argentina. Alberto gana por ser moderado, ya que “sin Cristina no se puede, pero con Cristina no alcanza”. Esa verdad de la sociología electoral produjo la jugada magistral de Ella. Pues el profesor de derecho ganó sobre la base de atraer moderados además del núcleo duro peronista / kirchnerista. El contrato simbólico firmado –sobre todo- con los “No-No” (no me gusta lo que está haciendo Macri, pero no quiero que vuelva Cristina) indicaba que en la medida que el nuevo gobierno se radicalizase tanto desde el estilo como desde lo ideológico corría riesgo de perder apoyos blandos. Vale siempre recordar que radicalizarse o no es con respecto a los parámetros de la opinión pública, no de ninguna construcción teórica.
A una semana de cumplirse el primer año de mandato de Alberto, él (siempre moderado comparado con Ella) es la mejor figura del oficialismo, aunque desgastado, y en la oposición “nace una estrella” con Horacio Rodríguez Larreta, quien se propone reescribir varias leyes de la física. Sus respectos líderes carismáticos, radicalizados, registran las peores imágenes en el conjunto de la ciudadanía. Cómo va el tanteador por ahora? Palomas 2 – Halcones 0.
Ya sé! Ya sé! No hace falta que me lo digan: es un poco más complejo. Claro, es una de mis frases de cabecera. Como por ejemplo: ¿no es necesario que existan los halcones para que se destaquen las palomas? ¿qué pasaría si todos fuesen palomas? ¿tarde o temprano no aparecería un halcón a hacer su negocio político? Es posible. Al final de cuentas, la cadena alimenticia necesita que todos existan y se reproduzcan.
Fuente:7miradas.com