35 Años de consultoría política ✍ Carlos Fara

35 años es mucho y es poco. Es poco en términos históricos. Es bastante teniendo en cuenta el momento de la recuperación democrática. Es mucho en la vida de una persona, y es casi todo en el tramo profesional.

Prácticamente le he dedicado toda mi vida laboral a la consultoría política. No sé hacer otra cosa, para bien y para mal. Si cuento los años desde que pisé por primera vez la universidad para hacer el curso de ingreso, pasaron 41 años. Sobre 58 de vida es muchísimo. Más aun teniendo en cuenta que lo más interesante sucedió en los últimos 20 años.

En 35 años cambió el mundo, la política y en consecuencia la consultoría. Antes de que cayera el Muro de Berlín, el sismógrafo social ya marcaba que había varias cosas que estaban crujiendo. Digamos que al menos unos 15 años antes de que los soviéticos se retiraran de Alemania. La caída de la URSS no fue sino un síntoma central de que habíamos entrado en otra era.

Se cayó el Muro y se cayeron muchas otras cosas. Por ejemplo, la predicción de que el fin de la historia nunca llegó, ni va a llegar, salvo que se extinga la humanidad. También se cayeron los pronósticos más agoreros, dignos de película catástrofe. Pasaron cosas terribles y seguirán pasando. Pero “el mundo sigue andando”.

Qué cambió en la política y ergo la consultoría en los últimos 35 años?

En primer lugar, las sociedades ven menos necesaria a la política como instrumento de transformación colectiva. No solo porque la política parezca una pura puja de intereses, negocios, etc. También porque el mundo ha empezado a ser un lugar en donde todo depende menos de algunos decisores, y cada vez más de millones de iniciativas individuales o grupales al margen de lo que haga o deje de hacer el Estado en todos sus niveles. Esto es una gran modificación de las coordenadas culturales. Porque ya no se trata de interesar a la gente en los políticos. Primero hay que interesarla en temas políticos, antes de que mire a algún dirigente en especial.

La segunda cuestión es que las nuevas coordenadas culturales que se fueron consolidando en los últimos 30 años requirió cada vez más profesionalismo para decodificársela a la política y orientarla sobre cómo ser más empático y cercano. La progresiva diferenciación de roles y la complejidad contemporánea llevó a que lo que naturalmente hacían los partidos –sondear la calle, ordenar el trabajo territorial, interactuar con los medios- fue necesitando apoyo externo y expertise. Eso es lo que explica que la existencia de esta profesión no tenga vuelta atrás y vaya camino de una hiper especialización.

La tercera es que al ser los partidos políticos no solo instrumentos de representación ciudadana, sino también ámbitos de contención identitaria, al profesionalizarse y externalizar roles básicos perdieron algo de sus códigos amicales y solidarios que caracterizaban a la política en los ´80. Esto no implica un juicio de valor, sino solamente una observación sobre un cambio cultural que también se da en otros ámbitos (así como se fue perdiendo la cultura del club de barrio para ser reemplazado por gimnasios, en donde se socializa mucho menos).

La cuarta es el obvio impacto de la globalización y la revolución de las comunicaciones. El líder era quien veía el panorama mundial, regional y nacional y hacía docencia con sus partidarios, decodificándoles el escenario y “bajando línea”. Hoy el modelo top – down quedó totalmente desdibujado desde el momento en que hasta el último militante está informado y puede tomar iniciativas sin esperar a que nadie se lo indique. Por lo tanto, los atributos de liderazgo necesarios ahora son muy distintos. Hay que aprender a hablar menos y escuchar más, siempre interactuando y aprendiendo de los otros.

Una quinta cuestión es el desplazamiento de la estrategia por la táctica. Hoy la política es mucho más táctica y herramental. La pasión por las redes, los infinitos detalles comunicacionales y el alto nivel de incertidumbre contemporáneo llevan a estar pensando permanentemente en el corto plazo, como si fuera un infinito videogame donde la habilidad mayor es la reacción del segundo a segundo. Esto no sucede solo en Argentina, ni le sucede solo a la política. Por eso en el gerenciamiento de empresas –y más aún en las startups- perdió vigencia el “modelo catarata” (la clásica planificación paso a paso), para ser reemplazado por las metodologías ágiles y los infinitos ensayos de prueba y error a bajo costo (beneficio de la exponencialidad tecnológica). Qué es entonces lo que se viene? Una fase de “política startup”, y la consultoría lo debe promover. Anótense uno de los mantras: fracasar pronto para aprender rápido.

Por supuesto que este no es el compendio de todo lo que cambió la política en los últimos 35 años. Para eso habría que escribir un libro (te lo debo, ja). Pero es el comienzo de una ayuda memoria para todos los que estamos en este mundo y sobre lo cual deberíamos reflexionar más a menudo.

Tres consideraciones finales sobre mis aprendizajes más profundos. Sonarán tontos, pero no lo son:

  1. Contar con tiempo es clave. Sin tiempo para madurar una candidatura, un proyecto o una estrategia, empezamos a depender de la esperanza de encontrar “la bala de plata”. En la enorme mayoría de los casos esa bala no existe. Eso es lo que hace que mucho de la política suene a manotazo de ahogado.
  1. Lo mejor es empezar una consultoría pensando que “esto es muy complejo y no tengo nada muy claro”. La tentación de creer que me las sé todas porque llevo 35 años en esto es uno de los peores pecados capitales. Esto seguro me hace vender menos consultorías, pero los clientes pueden dar por sentado que estoy poniendo todo mi esfuerzo intelectual al servicio de su proyecto.
  1. La tentación de pensar que todo se resuelve con dinero. Es una de las peores cosas en cualquier proyecto. Primero porque la plata nunca alcanza en una campaña. Segundo porque sobrestimar el valor del dinero hace que nos volvamos perezosos intelectualmente y poco creativos. Tercero, si tenemos suficiente dinero para testear todo lo que se nos ocurra, terminamos cultivando poco la intuición, tan necesaria como la base científica.

Pues hasta aquí llegamos luego de 35 años de profesión y 30 años subido a un barco que se llama hasta acá Carlos Fara & Asociados. Arrancando cada día pensando que “jamás me debería haber dedicado a esto, no tengo ni idea de lo que hay que hacer”. Empezamos a envejecer cuando dejamos de aprender, no cuando nos duele la rodilla los días de humedad. A la corta o a la larga, la nanotecnología resolverá los problemas de desgaste de mi coxis. Lo que no podrá resolver son mis callos mentales.

En estos momentos uno se da cuenta que la lista de agradecimientos en 35 años es tan larga que no tiene sentido hacerla aquí. Pero no quiero dejar de hacer 3.

Primero a Luis Pico Estrada por haberme invitado a ser columnista semanal de 7 Miradas. Lo que al principio vi como una obligación excesiva, hoy es una terapia espiritual.

Segundo a mi socia, mi amiga, mi hermana menor, Fernanda Veggetti. Soportar mi locura en general no es sencillo, durante 12 años mucho menos.  La consultora hace mucho que ya no puede existir sin ella.

Tercero, a Hanna y Gabi. Soportar a un padre trabajo adicto, viajero empedernido y que encima sale por la tele hablando de cosas que a ella no le interesan, es demasiado. Gabriela se ha quedado infinidad de veces con planes truncos porque tengo que viajar, tengo que trabajar, tengo una reunión o simplemente estoy sin energía o de mal humor. Diez años conmigo es como estar montado en un potro mecánico. Sin su infinito cariño hubiera sido absolutamente imposible llegar hasta acá.

Disculpas por esta columna auto referencial. Habitualmente odio hacerlo, pero sé que l@s lector@s sabrán comprenderlo.

Fuente: 7miradas.com

Entradas relacionadas