Cuando el próximo 20 de enero el actual presidente deje el poder, también dejará muchos conflictos abiertos, tantos internos como externos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, culminará el próximo miércoles un período presidencial marcado por varios hitos que llevan la marca registrada de su personalidad provocadora, sus coqueteos con el racismo y la misoginia, y su escaso apego a las tradiciones y formas diplomáticas que habían caracterizado a mandatarios anteriores de la principal potencia del mundo.
El 20 de enero de 2017, Trump inició un período presidencial que desataba más dudas que certezas, por ser una suerte de «outsider», un empresario alejado de los cargos públicos y más cercano a los flashes, el mundo televisivo y la farándula.
Tras una campaña de fuerte retórica antinmigración, edificada entre otros temas sobre la promesa de construir un muro a lo largo de toda la frontera con México, pagado por su vecino del Sur, la mega obra se terminó diluyendo en una promesa vacía y solo se levantaron tramos nuevos en unos pocos kilómetros, todas financiadas por las arcas estadounidenses.
Un aumento de la atávica tensión racial en el país fue otra de las marcas del período y tuvo su punto de inflexión durante la ola de manifestaciones que abarcó más de 100 ciudades a mediados de 2020, desatada tras la muerte de George Floyd, un afroamericano asfixiado hasta la muerte por un policía blanco el 25 de mayo de 2020.
Trump, a quien se le atribuye haber publicado en redes videos y comentarios que atizaron algunas de las furiosas reacciones de militantes supremacistas, se negó en el tramo final de su mandato a condenar a los Proud Boys (Muchachos Orgullosos), una milicia nacionalista que pregona la superioridad de la raza blanca.
También la tensa relación con la prensa, redes y plataformas marcó estos cuatro años, un período en el que el mandatario ignoró, humilló o directamente expulsó a periodistas durante sus conferencias de prensa en la Casa Blanca, además de acusar a varios medios de publicar «fake news» -una de sus expresiones preferidas- y mentir con el solo objeto de desacreditar su gestión.
Casi al culminar su mandato, tras las elecciones del 3 noviembre, la marca distintiva de esta áspera relación quedó plasmada con la decisión de varias cadenas de noticias de dejar de transmitir una conferencia de prensa en la que Trump denunciaba -sin pruebas- un fraude electoral.
También el cierre de las cuentas y perfiles del mandatario en las plataformas Youtube, Twitter, Facebook, durante los últimos días de su gestión, pusieron en evidencia la tensión creciente de esa relación.
El manejo de la pandemia del coronavirus por parte de Trump probablemente se considerará su principal fracaso y una de las razones principales por las que perdió las elecciones, junto con la crisis económica.
Estados Unidos tiene el peor brote de coronavirus del mundo, con más de 23 millones de casos confirmados y casi 390.000 muertes reportadas, pero Trump optó siempre por minimizar la amenaza del virus, contradijo a los expertos e incluso alentó el uso de la hidroxicloroquina, una substancia contraindicada por médicos, como tratamiento.
En el plano externo, las prácticas comerciales de China y el intercambio bilateral con el gigante asiático -temas que también ocuparon su campaña-, se tradujeron al llegar a la Casa Blanca en una áspera guerra comercial, en la que las dos economías más grandes del mundo impusieron cientos de miles de millones de dólares en impuestos sobre los bienes de cada uno.
Al final de su mandato, Estados Unidos aún importa desde China más bienes de los que le exporta
Durante su mandato, Trump alteró además los tradicionales equilibrios internacionales que Estados Unidos había construido en décadas de una diplomacia elaborada sobre un sólido consenso bipartidista.
Trump buscó tender hilos hacia Corea del Norte, en un intento por avanzar en la desnuclearización del país asiático y la paz con la vecina Corea del Sur, a cambio de ningún compromiso concreto de Pyongyang.
En junio de 2018, en Singapur, y julio de 2019, en la Zona Desmilitarizada entre las Coreas, se reunió con el líder, Kim Jong-un, en un encuentro que solo dejó una foto histórica para los dos.
El fracaso de estas negociaciones, sin embargo, quedó de manifiesto la semana pasada, cuando a pocos días de la asunción del presidente electo, Joe Biden, Kim anunció que continuará expandiendo su programa de armamento nuclear y de misiles, en especial los de «capacidad de ataque nuclear de largo alcance», en un claro mensaje al nuevo Gobierno.
Kim agregó, además, que Washington sigue siendo «el principal enemigo», sin importar quién esté al mando.
Trump retiró además a Estados Unidos del acuerdo con Irán, un trabajoso pacto logrado en 2015 entre el país persa, Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania, por el que Irán renunciaba a su programa nuclear a cambio de permitir inspecciones sobre sus instalaciones y la eliminación de las sanciones internacionales que pesan sobre el país.
La salida de Washington del acuerdo, en 2018, sacudió el delicado equilibrio de los avances logrados y desató una áspera relación con Irán y dio nueva fuerza a los sectores más conservadores de la República Islámica, que no están interesados en reanudar una negociación con el nuevo Gobierno estadounidense.
Otro punto de inflexión fue la salida del Acuerdo Climático de París
A poco de asumir la Presidencia, Trump anunció la retirada y criticó a numerosos organismos internacionales, entre ellos la ONU, la Corte Penal Internacional y la Organización Mundial de Comercio; dejó de ser miembro de la Unesco y retiró el apoyo financiero a la Organización Mundial de la Salud en pleno auge de la pandemia.
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