Comparsas majestuosas y trajes con mucha ornamentación se destacaron por el Corsódromo de Gualeguaychú en las primeras dos noches del fin de semana largo de carnaval, pero también las jornadas veraniegas se llenaron de color y alegría con murgas, carrozas, desfiles y máscaras en muchas ciudades de Entre Ríos.
Con un promedio de 1.600 vehículos por hora ingresando a la provincia durante el primer día, las ciudades ofrecieron su espíritu festivo y comunitario carnavalesco, y una agenda de actividades que incluyen naturaleza, descanso y recorrido por la historia entrerriana.
Los turistas -que provenían principalmente de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe- ocuparon más del 90% de las cerca de 50.000 plazas hoteleras y extrahoteleras (casas de familia, por caso) que se distribuyen en toda Entre Ríos, y muchas ciudades vieron su capacidad colmada.
Desde 1970, la ciudad de Victoria es la Capital Provincial del carnaval, con la fiesta más tradicional, y con noches llenas de máscaras, carruajes, escolas, murgas y batucadas, que tuvo su segunda jornada este fin de semana y recibió a más de 10.000 personas, principalmente de la región.
«La felicidad fue inmensa, vamos a distinguirnos con entradas populares, porque es fundamental divertirse», dijo la intendenta, Isa Castagnino.
La particularidad de los corsos en esta ciudad, a unos 70 kilómetros de Rosario y 117 de Paraná, es que uno puede admirar el paso de las murgas pero también vivir la experiencia desde adentro, bailando y luciendo por las calles un sinfín de originales y divertidas máscaras.
«No es un espectáculo para sentarse a mirar», afirman quienes conocen, ya que la noche invita a jugar con espumas, disfrazarse y acompañar a las batucadas.
A sólo 80 kilómetros de Paraná, Hasenkamp propone un evento hecho a pulmón en donde el pueblo de unos 6.000 habitantes predispone todo de sí para el carnaval, que convoca a más de 8.000 personas por noche y que incluso pueden salir a la pista, en un clima muy familiar.
Las comparsas Malibú y Marumba, reconocidas a nivel nacional y con 50 años de trayectoria, llevan carrozas imponentes y trajes de gasa francesa, perlas y plumas.
«Somos un carnaval con mucha historia, y todas las casas están trabajando durante el año» para la fiesta, contó a Télam el intendente, Hernán Kisser.
Por otro lado, el festejo más antiguo del país se encuentra en Concepción del Uruguay, que desde 1802 celebra las noches de verano al ritmo de los tambores y los bailes.
En el barrio «Los Naranjos», los descendientes de africanos se reunían a tocar y danzar, la ciudad tomó como suyos estos ritmos y hasta el mismo gobernador, Justo José de Urquiza, organizaba para 1850 los festejos en el Palacio San José, que luego trasladó a la plaza general.
Para la década de 1960 era considerado el festejo más importante, con juegos con agua perfumada y espuma entre el desfile de carrozas, mascarones y cabezudos; y desde este siglo se realiza en el Corsódromo local, con shows de humor y mucha risa, baile y fiesta.
Este fin de semana desplegaron su arte la comparsa Mascarada con «cuerpo y alma», Urugua-í recorrió sus 27 años mostrando «los tesoros del Iberá», y Unidos do Bahía se presentó con «una delirante confusión».
Otra festividad histórica tiene lugar en Rosario del Tala, cerca del corazón entrerriano, donde hace unos 110 años lo que comenzó como un desfile barrial de los clubes se convirtió en una gran fiesta de magia, brillo y color.
En Santa Elena, Chajarí, Gualeguay, Federación, Nogoyá, Paraná, San Salvador y Concordia, entre otras, las noches de verano también se llenan de expresiones culturales, batucadas, espuma y alegría, donde la participación y la solidaridad reinan por las calles.
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