Las artes visuales entre la estética y la política: inauguran cuatro muestras en el Borges

(Por Milena Heinrich) Un testimonio pictórico de Fátima Pecci Carou sobre la maternidad, con obras que pintó durante el puerperio, y una exposición que reivindica el poder de la gráfica como herramienta activista-política y reúne a colectivos transfeministas, forman parte de las nuevas inauguraciones del Centro Cultural Borges, en este mes de marzo y en el marco del 8M.

En total, son cuatro las exposiciones que abren la temporada del Borges y se pueden visitar hasta el próximo mes de mayo.

En los dos pisos del espacio cultural, ubicado en Viamonte 525, el 8M y el mes de la memoria activan un cruce intergeneracional, de diversas procedencias, identidades y prácticas artísticas, que van desde pinturas más tradicionales, fotografías y video hasta bordados, afiches, stickers y pancartas.

Además de Pecci Carou y la exposición que reúne a colectivos que trabajan desde y con gráfica, en el primer piso, Marisa Bonzón presenta «Reveladas», fotografías que la artista registró en sus paseos y viajes, «fotos callejeras» -como las llama- que atrapan el gesto de una mujer, el abrazo entre muchas que luchan o la mirada espontánea de una niña que mira sobre la ventana.

En ese mismo piso, en en el espacio de al lado se exhibirá La Línea Piensa, el proyecto de arte curado por Felipe Yuyo Noé y Eduardo Stupía, que propone «La persistencia del instante» con obras de Adriana Gibello y Ana Perissé, artistas que componen un diálogo sobre el paisaje y los colores.

-«La fuerza domesticadora de lo pequeño» o el testimonio pictórico del puerperio y la maternidad

En la sala de exposiciones temporarias, Fátima Pecci Carou presenta las obras que pintó durante los primeros meses de su maternidad. A siete meses de parir, la artista exhibe «La fuerza domesticadora de lo pequeño» que testimonia la experiencia de la maternidad con obras que pintó en el ámbito doméstico, la cocina o el comedor y durante los pocos espacios libres que deja el cuidado de un bebé recién nacido. En recorrida de prensa, confesó que si bien al principio la pintura funcionó «como una imposición de la productividad exacerbada de voy a pintar igual’, también la llevó a pensar «el arte como un trabajo y la maternidad como un trabajo invisibilizado muchas veces».

Entre el realismo, la ficción y el animé que atraviesa la estética de Pecci Carou, las pinturas revelan la plasticidad del cuerpo, porque como dice la artista, su cuerpo «por momentos se elastizaba, en otros sudaba». Además da cuenta de la forma de acompañar socialmente la crianza: «Aunque hay redes de cuidados, doulas -mujeres que acompañan durante el embarazo-, la realidad es que maternar en la ciudad es muy solitario por eso la pintura me acompañó un montón», dice.

La artista retrata así la lactancia, la melancolía, la soledad, el cansancio, el amor, la simbiosis entre bebé y madre, la red que acompaña en cuidados, la nueva temporalidad de rutinas domésticas administradas en función de su nuevo rol, cuando de pronto «pasas de una vida sin hijos donde tu tiempo tiene otra disponibilidad, a no parar desde las 7 a las 2 de la mañana», explica. En una pintura muy potente, Pecci Carou se pinta a sí misma ahogada en un mar donde flotan mamadera, reloj, chupete, pañales y juguetes.

«La situación del puerperio me llevó a pintar a la noche o cuando el bebe dormía, en horarios muy raros. Es muy difícil el momento en que te ves siendo madre y decís qué va a pasar ahora con mi arte, con mi carrera. Ese fantasma de quedar afuera del mercado y de la escena… El arte resolvió por mi que eso no pasara», dijo la artista a propósito de esta muestra «inesperada» en el Borges. Inesperada porque, se sabe, las mujeres quedan relegadas del ámbito público durante los primeros años de crianza.

La propia Pecci Carou define esta exposición como «un testimonio pictórico de estos siete meses desde que soy mamá y desromantiza la maternidad: qué pasa con las tareas feminizadas de cuidado, qué pasa con la carrera del arte, con la nueva materialidad que surge en un ámbito doméstico y ahí me parece que está bueno pensar qué política podemos hacer adentro de la casa». En su caso, pintar.

-Las herramientas estéticas y la acción política

Con curaduría de Guillermina Mongan, Alicia Valente y Leticia Barbeito Andrés, «Las herramientas existen en los gestos de aquello que vuelven posible» más que exposición se pensó como programa, porque además de la exhibición en la galería se propone una feria, activaciones y una vidriera en movimiento sobre la calle Viamonte, que irá cambiando cada mes. Ahora desde la vereda se ve una pintada en color negro que lleva la frase «No estamos todes» y detrás un enorme mural de pegatinas y carteles con demandas de los últimos tiempos vinculadas a problemáticas transfeministas, como la absolución de Higui o la aparición con vida de Tehuel, realizada por Benteveo, una cooperativa de trabajo gráfico de La Plata.

«A partir de la invitación de armar algo para el 8M y no convertirlo en una efeméride pensamos en imaginar una exposición que fuese también una herramienta política con el sentido de desbordar y estallar la idea de una muestra estanca y proponer un programa con colectivas que trabajan y están situadas en territorio y que no solamente fuera colectivas transfeministas como una cuestión identitaria sino como modos de hacer», explicó Guillermina Mongan.

En palabras de otra de sus curadoras, Alicia Valente, lo gráfico en este programa no se presenta «como cuestión técnica» sino como «herramienta para trabajar con otres, como forma de pensar y trabajar lo colectivo».

Puertas adentro del centro cultural, en la sala Norah Borges, dialogan tres colectivos – Cooperativa Gráfica La voz de la Mujer, Identidad Marrón y Caput, de Chile- que problematizan género, raza, procedencia social, condición migrante, medioambiente, a partir de distintas herramientas estéticas.

Identidad Marrón expone los carteles de sus movilizaciones del 12 de octubre, 8M «diversidad no es solo un arcoíris en tu logo» o «el género es colonial». «Nos interesa el doble puente: los carteles pierden el efecto político institucionalizándose pero a la vez, saliendo del espacio toman la fuerza política nuevamente. Es decir, los lineamientos de acción que puede haber entre el arte y la protesta social y cómo uno no es el fin el otro y pueden ser cíclicos», dijo a Télam por su parte Alejandro, integrante del colectivo.

Chana Mamani, también de Identidad Marrón, sostuvo que a partir del debate que empezaron a dar sobre el racismo estructural que hay en Argentina llegan las rupturas, «romper, interpelar, incomodar, de eso se trata el 8M que nos convoca a planteos como que el género es colonial que es algo que aparece poco en las agendas feministas y es el momento de pensarnos desde nuestros propios territorios». Porque «una mancha marrón en el mundo blanco tiene que haber», dijo Mamami que definió al grupo como «mujeres no binaries, maricas, dos espíritus, mujeres no como categoría universal sino con la diversidad que fuimos conformando».

Por su parte, Cooperativa Gráfica La Voz de la Mujer, emprendimiento de la Asamblea de Mujeres del MDT Lucha y Libertad de Lugano, vende sus producciones en un puestito con cuadernos, agendas, pegatinas y presenta sus bordados donde presentan reclamos y luchas como Ni olvido ni perdón, Darío y Maxi presentes, Despertemos humanidad ya no hay tiempo; mientras que Caput, de Chile, invita a una intervención desde la memoria de una huelga en las cocinas, a principios de siglo, donde las mujeres apagaron las cocinas para que los hombres dejen de ir a trabajar como medida política para visibilizar la explotación en la que estaban.

-Fotografía «Reveladas»: atrapar lo inesperado

La fotógrafa Marisa Bonzón reúne 23 imágenes en blanco y negro seleccionadas de su libro homónimo, que se publicó el año pasado. Bonzón se detiene en lo inesperado y confía en esta muestra la mirada que posa sobre mujeres y niñas a partir del registro que hace, sobre todo, en las calles, aunque también aparecen esas mujeres cercanas que forman parte de su entorno. «Me interesaba mostrar la mujer cotidiana, la mujer en el trabajo, en la calle, desesperanzada, la mujer que se ríe, la niña», contó Bonzón.

Por su parte, la curadora Pía Dalesson explicó: «Trabajamos con los ejes la mujer, la ciudad y el tiempo, y estuvimos muy atravesadas por la lectura del recorrido de la mujer en la ciudad y su geografía más cercana que es el cuerpo, entonces a partir de esa idea fuimos creando un abanico de sensaciones y emociones».

La mayor parte de las imágenes fueron tomadas en la calle. «La foto callejera es lo que me da la mayor adrenalina, la mayor emoción. Tratar de contar una historia que me conmueva, el trabajo de encontrar la luz, el momento, nunca estoy en la situación indicada, compongo en el momento, es un segundo y por eso es el mayor de los desafíos», contó Bonzón sobre su trabajo.

-Las posibilidades del paisaje

«La persistencia del instante» es el nombre de la muestra de Adriana Gibello y Ana Perissé, que significa la número 119 del ciclo «La Línea Piensa», el proyecto de Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía destinado a rescatar y exhibir diferentes maneras y formas de la práctica del dibujo.

La exposición inaugurada ahora en el Borges toma como trasfondo «la idea amplia del paisaje», en palabras de Stupía, a partir de «una relación que no oculta la diversidad» con «afinidades y contrapuntos». Artistas y amigas, con estéticas muy diferenciadas Gibello y Perissé, coinciden en imaginar el paisaje como «metáforas» de «sonoridades cromáticas y grafismos».

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