Existían denuncias de violencia intrafamiliar y el caso estaba judicializado. La víctima, Claudia Leguiza, tenía 47 años.
Walter Urbieta de 48 años, mató a su expareja a fierrazos, escapó de la escena del crimen situada en la localidad bonaerense de Junín y murió en la ruta 65.
El hecho ocurrió en la madrugada del viernes y la muerte del femicida sucedió este sábado en las inmediaciones de las localidades de Tiburcio y Agustina.
Se encontró al asesino, que trabajaba como chofer de colectivo del club de Primera División de Fútbol Sarmiento, pero fue encontrado muerto. Presumen que se quitó la vida.
Testigos contaron que todo comenzó con una discusión previa al brutal ataque, y un vocero judicial explicó que autopsia arrojó el dato de que la víctima tenía lesiones compatibles con maniobras de defensa.
El cuerpo del hombre quedó literalmente irreconocible, quemado, y trabajarán con las huellas dactilares o el ADN» para confirmar la identidad del femicida muerto, así lo confirmó la Fiscal.
«Hay un llavero y una de las zapatillas por los que podría decirse que se trata de Urbieta». Remarcó que «el matrimonio ya tuvo muchas denuncias, estuvieron toda la tarde del viernes discutiendo, y habían ido al juzgado de familia para decir que querían volver a convivir, y les recomendaron que no, pero igual lo hicieron», aún en contra de la voluntad de los hijos más grandes de la pareja, aseguró la funcionaria judicial.
En el programa La voz de la calle la abogada detalló: «Hay un hijo menor que vio todo y fue testigo, y hasta ahora no entendió que su mamá murió pero detalló cómo pelearon y su padre le pegó con un elemento contundente hasta matarla. La agresión comienza mientras estaba sentada en una silla del comedor. Tiene fracturas en los brazos como síntoma de defensa».
i se confirma que el hombre tomó la decisión de terminar con su vida, la calificación es la de homicidio agravado por femicidio seguido de suicidio. «Le destruyó el cráneo cuando estaba en la cama. Después se fue en la moto con el hijo menor y lo dejó en la casa de un hermano», confirmó Lisazo.
«Él la manejaba con la dependencia económica, mientras el Estado ayudó mucho, con subsidios y otras instituciones intermedias que colaboraron de alguna manera. Faltó el amor propio de estas mujeres para que no sigan al lado de estos violentos. Hay una cuestión cultural», remarcó la funcionaria judicial.