Donald Trump y Joe Biden se miden este martes ante las cámaras con muy poco margen de indecisos a los que convencer y una agenda que ha saltado por los aires en la última semana
Los temas de esta campaña electoral estaban claros. Una economía fulminada en apenas unos meses y sin perspectivas de remontar. Una gestión de la pandemia de covid-19 que ya va por 200.000 muertos, un récord mundial. Y sobre todo, un plebiscito sobre un presidente que ha hecho verdaderos esfuerzos durante cuatro años para enfrentar y crispar aún más a Estados Unidos, sin disimular cada hora de su mandato su desprecio a la solemnidad del cargo. Donald Trump y Joe Biden, los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones del próximo 3 de noviembre, ya tenían el plato lleno para debatir este martes. Y, sin embargo, en apenas una semana la campaña ya es otra.
La muerte el pasado 18 de septiembre de la magistrada feminista Ruth Bader Ginsburg ha abierto una vacante en el Tribunal Supremo. Será sustituida por la jueza conservadora y fuertemente religiosa Amy Coney Barrett. Los republicanos tienen mayoría para confirmarla en el Senado cuando quieran. Asuntos como la ayuda pública a la sanidad (Obamacare) o el aborto están seriamente en peligro. Esta perspectiva ha enterrado todos los demás temas de campaña. Hasta el domingo, cuando The New York Times publicó 20 años de declaraciones de impuestos de Trump que le hacen quedar como un hombre de negocios fracasado y acuciado por las deudas que nada tiene que ver con el personaje que vende.
Las preguntas de este martes solo las conoce el moderador, el periodista Chris Wallace. Se trata de una de las voces más respetadas de Fox News, que ha sido capaz de navegar la deriva sectaria de la cadena y mantener más o menos intacta su reputación personal. Wallace es responsable de entrevistas sin cuartel a Donald Trump. Los temas elegidos por Wallace, en seis segmentos de 15 minutos, son: el historial de Trump y Biden; el Tribunal Supremo; la pandemia de covid-19; la economía; tensiones raciales y violencia en las ciudades; la integridad del proceso electoral. Al menos el último tema se debe íntegramente a globos sonda lanzados por Trump. Se da por hecho que la información del Times modificará esta agenda.
Va a ser difícil que Donald Trump, un personaje al que los norteamericanos han visto más que a ningún otro presidente en la historia en sus televisores, sorprenda a alguien este martes. Lo mismo se puede decir de Joe Biden, uno de los políticos más famosos de EE UU, con medio siglo de carrera, que se ha presentado tres veces a presidente y ha servido ocho años como vicepresidente. Cualquiera de los dos será la persona de mayor edad que se haya sentado nunca en el Despacho Oval (Trump, 74 años, Biden, 78 en enero).
A pesar de ser el presidente y tener que defender su ejercicio de estos años, Trump ha conseguido poner la presión sobre Biden. Trump no es un político, pero ha demostrado ser un maestro del marketing. A base de sembrar dudas sobre la senilidad de Biden (ha dicho que, si Biden lo hace bien, debe ser porque ha tomado estimulantes, por lo que deberían hacerle un test antidoping), ha conseguido que uno de los puntos más interesantes del debate sea ver si el exvicepresidente titubea o se olvida de algo, algo que no es raro en Biden. De Trump, en realidad nadie espera nada, en términos de capacidad de convicción. Incluso si lograra superar su actuación de 2016 (cuando llamó a Hillary Clinton “mala mujer” en un debate, o dijo que no pagar impuestos era prueba de que era “listo”), la capacidad de escandalizarse del norteamericano medio ya está agotada.
Los debates presidenciales van a marcar la agenda de todo el mes de octubre, que acabará dividido en periodos de una semana antes y después de cada uno. Son cuatro debates (tres de los candidatos a presidente y uno de los candidatos a vicepresidente) que se van a retransmitir en todas las cadenas nacionales de 9 a 10:30 de la noche, hora de Nueva York, sin cortes publicitarios. El de este martes se celebra en la Universidad Case Western de Cleveland, Ohio. El debate se tuvo que mudar a esta localización después de que el emplazamiento original, la Universidad de Notre Dame, alegara problemas logísticos por la pandemia de covid-19. Los candidatos no se darán la mano y no llevarán mascarilla. Los siguientes debates se celebran el 7 de octubre (vicepresidentes), el 15 de octubre y el 22, moderados por periodistas de USA Today, C-SPAN y NBC, respectivamente.
La pregunta más importante, al final, es si los debates valen para algo. Los estudios muestran que más del 90% de los espectadores de un debate ya tienen tomada la decisión y no son susceptibles de cambiar, explicaba este lunes Mitchell S. McKinney, profesor de comunicación de la Universidad de Misuri y experto en debates presidenciales. Solo hay un 3% o 4% que podría cambiar de opinión. McKinney cree que los debates tiene verdadero impacto en una campaña cuando las encuestas están muy igualadas y hay un alto porcentaje de indecisos.
En el nivel nacional, esta no es esa clase de campaña. Las encuestas son sorprendentemente constantes desde hace cinco meses y muestran a Biden alrededor de 10 puntos por delante de Trump y, aunque con menos margen, por delante también en todos los Estados clave. Pero el debate sí puede inclinar la balanza lo justo en algunos de estos, como Florida o Carolina del Norte, donde las encuestas son muy ajustadas, apunta McKinney. Es decir, aunque en general no parece que los debates de 2020 sean importantes para modificar la imagen de los candidatos que tiene la mayoría de estadounidenses, sí pueden acabar siendo fundamentales para mover márgenes decisivos en condados y Estados que luego deciden la elección.
¿Veremos este martes algún momento decisivo que pase a la historia de los debates electorales? Es difícil que cualquiera de los dos sorprenda al público, pero será la primera vez que EE UU vea la dinámica cara a cara de dos personajes tan diferentes y tan experimentados en lo suyo. Los grandes momentos que han pasado a la historia de los debates están bien documentados, y son grandes porque movieron al electorado. Básicamente son las campañas de 1960, 1980, 1992 y 2000.
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