¿Se rompe o se dobla? ✍ Carlos Fara

Carlos Fara. Seguimos observando el vals entre Alberto y Cristina. Todo el tiempo tenemos un giro de la pareja ante cada compás. En las últimas horas se sumaron rumores por doquier. Hasta un importante periodista anunció otra carta que anunciaba la ruptura formal. Más allá de eso, sumamos más intercambios epistolares entre los intelectuales de ambos bandos. Y hasta hubo quien firmó ambas cartas como parte del sainete.

¿La discusión es “moderación o pueblo”, “moderación o dependencia”, “moderados o dominados”, o “unidos o moderados”? La política contemporánea tiene muchas diferencias con la de 1945, no hace falta decirlo. Pero señalemos solo 4:

  1. La vertiginosidad. Todo gira a una velocidad tan alta que le resulta imposible a la sociedad procesar todo lo que sucede.
  1. La fragmentación social y cultural. Aunque se habla habitualmente de esquemas binarios, la sociedad es una suma de diversos nichos cada uno con su lógica, que resisten el blanco – negro.
  1. La despolitización. Para bien o para mal, son sociedades que tienden a descreer que la política es la gran herramienta de transformación. La padecen por necesidad, más que la valoran. La expresión “proyecto colectivo” salió de los códigos sociales.
  1. La globalización. Nunca tuvimos tanta información de primera mano de una guerra de Ucrania, tanto que hace que la cobertura de CNN en la Guerra del Golfo de 1991 haya pasado a ser una pieza de museo. Con el adicional del poder en la mano de cada habitante del planeta como prosumidores de noticias. Esto hace que todo compita por la atención de los públicos: desde Putin hasta Lady Gaga, sin que la mirada se detenga necesariamente en la política local.

Estas cuatro diferencias, obvias para todos los lector@s de esta columna, no parecen serlo ni para el albertismo, ni para el cristinismo, que se siguen expresando como en la era de la modernidad, que ya sabemos que va camino al cementerio. Por lo tanto, es muy difícil para ambos bandos en pugna concitar atención y adhesión ciudadana. Son “políticos peleándose por el queso”, sin tener en cuenta las vibraciones ciudadanas. Desde cuál de los dilemas presentados en el segundo párrafo corresponde partir, es absolutamente irrelevante. Esto no es un juzgamiento valorativo, simplemente una descripción.

La gran mayoría de la sociedad argentina no son núcleos ideologizados que siguen atentamente la situación como un match de tenis. De modo que se sacan excesivas conclusiones sobre quién gana o pierde una partida. Para el grueso de la opinión pública, siempre vale recordarlo, la política es un colectivo encapsulado en donde pagan justos por pecadores, y que no se comporta como un juego de suma cero: si al gobierno le va mal, no crece la oposición, y viceversa. Por aquello de “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

Ese esquema de colectivo encapsulado, se aplica también fronteras adentro del Frente de Todos. Por lo que si el acuerdo con el Fondo parece ir al fracaso, no es una ganancia para Máximo y Cristina. Todos están en el mismo barco, juntos con los gobernadores, los intendentes, la CGT, los movimientos sociales y siguen las firmas. Todos pagarán los platos rotos. Nadie se salva. Eso es una falacia. Por eso se aprobó la refinanciación con en el Congreso: porque si hay descalabro, pierden todos, sobre todo los que administran y ponen más la cara ante los ciudadanos, ya que están en la trinchera cotidiana.

Entonces ¿se rompe o se dobla? preguntaría Alem. Si se rompe, será porque quiera Cristina, porque Alberto no va a romper. Prefiere que se doble hasta el ridículo antes de pasar a la historia como un presidente peronista con riesgo de gobernabilidad severa, sin liderazgo fuerte. Eso nos lleva a la pregunta ¿por qué querría Cristina romper? La respuesta más obvia es: para desentenderse del gobierno, no pagar costos por el ajuste que se viene y mantenerse como figura imprescindible para el peronismo, conservando la fidelidad de su núcleo duro.

Por lo que ya venimos analizando:

  1. ella no puede desentenderse de los costos porque está en el mismo barco;
  2. ella lo designó a Alberto, por lo tanto tendría que reconocer su error públicamente;
  3. si ella rompe, él podría a ser la víctima (el victimario nunca tiene buena prensa);
  4. si se rompe, ella podría pasar a ser la culpable de un triunfo opositor en 2023 (como le achacan a Massa por su candidatura en 2015);
  5. ella podrá mantener su núcleo duro, pero eso complica a sus socios del Frente en adelante, siendo la piedra en el zapato; es decir, una socia incómoda (ahí se podría abrir el libro de pases desde el Frente a Juntos, Pichetto y Santilli deberían ir comprando nuevas libretas de anotaciones);
  6. ella podrá ser senadora nacional en 2023 por la minoría, pero no más que eso; y
  7. si ella rompe, se queda a) sin fierros para hacer política en el territorio (como decía el filósofo Chueco Mazzón, preferible la traición al llano) y b) sin poder de veto sobre las decisiones que tome Alberto hasta el final de su mandato.

No parece un buen negocio que se rompa. Quizá mejor que solo se doble.

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