«Danza con lobos» por Carlos Fara

Con el oficialismo sin definir cabeza de lista en el distrito más grande del país, la primera fase de la danza electoral ya está en marcha. ¿Habrá sorpresa para el sábado a la noche cuando expire el plazo de inscripción? Puede ser. En política, cuando algo suena demasiado en los medios de comunicación, no siempre se concreta. De todos modos, cabe aclarar que la sorpresa puede ser política pero no de opinión pública, con lo cual el juego pasa por otro lado.

Nada de lo que circula como cabeza de lista del Frente de Todos mueve el amperímetro. Sin decirlo, todo el mundo sabe que la decisión final está en manos de CFK en consulta con Máximo y Axel. Por lo tanto, la persona que ocupe el primer lugar deberá dar garantías que 1) no obtiener muchos más votos que el espacio y 2) que va a ser disciplinada política e ideológicamente. Por la propia configuración del frente de gobierno, y dada la insatisfacción de Ella con el gobierno de Él, es muy raro que haya conejo de la galera.

“Pero Cristina ya sorprendió con la candidatura de Alberto”. Sí, pero: 1) esta no es una elección ejecutiva, con lo cual las reglas son distintas, y 2) poner a un moderado a la cabeza es una estratagema que funciona una vez, difícil que funcione dos veces. Precisamente uno de los problemas que tiene Alberto es que hasta su propio público le pide liderazgo, fuerza, autonomía, que no puede ejercer. Porque no sabe, porque no puede o porque no quiere. Es muy difícil llegar siendo el “mínimo común denominador” y pasar a ser el “máximo común divisor”. Las matemáticas son extrañas a la política.

Si el Frente de Todos gana la elección de noviembre, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, será por la escudería, no por la brillantez de sus conductores en la pista. En parte porque no tienen grandes pilotos. En parte porque no quieren tenerlos. Si no, se debería reconocer un valor agregado a los mismos que no condice con una conducción férrea. Por las dudas, habría que preguntarle a Scioli y a Randazzo en 2015: no los dejaron contarse las costillas entre ellos, sobre todo al segundo que fue quien pidió competir. ¿Y si alguno resultaba que tenía estrella propia? Danger.

Diferente es la situación de Juntos por el Cambio (que le van rebanando el nombre, ya son solo “Juntos”, ¿dejaron de ser el cambio?). Ahí sí que los nombres son muy importantes. ¿Por mayor cultura democrática? Quizá, pero en todo caso es sobre todo por necesidad. Cuánto menos músculo tiene un espacio político, más depende de ser competitivo. El PRO eso lo lleva en la sangre (es un partido creado para competir con las reglas del siglo XXI). La UCR está aprendiendo a incorporar el concepto desandando prejuicios.

Si Juntos por el Cambio necesita nombres propios competitivos, eso es determinante 100 % en el resto de las fuerzas que entran en competencia. Al respecto, ahí ya hay varias conclusiones para sacar en PBA (la madre, el padre, los tíos y los abuelos de todas las batallas):

  1. La izquierda vuelve a estar dividida y eso la perjudicará para centrar la atención en una sola figura, poniendo en riesgo superar el objetivo de tener más de un diputado. Solo para poner un dato sobre la mesa: en 2001 –cuando no existían las PASO- en PBA se presentaron 18 competidores, de los cuales solo 5 accedieron a bancas; ninguna de la izquierda tradicional (solo irrumpió el Polo Social).
  1. La derecha va por afuera de Juntos, y nuevamente dividida en tres. Claro que Espert es el que más chances tiene de entrar, pero esto recién empieza. Veremos qué pasa cuando la principal oposición saque a sus jugadores a la cancha.
  2. Si bien este sábado 24 aún pueden inscribirse partidos individuales –que no van en ningún frente- están casi descartadas las sorpresas de outsiders que pudiesen explotar una supuesta corriente anti política. La oposición ha sido un buen canalizador de figuras con prestigio por fuera del sistema político (y por cierto no son en absoluto anti sistema). Manes y Carolina Castro están ahí para enriquecer la oferta, entre otros.

Es decir que la oferta no tendrá grandes sorpresas. Todo sobre lo que se hablaba está en la cancha. Esto confirma que el sistema político argentino tiene muchos defectos, pero si tiene una virtud es que es un buen absorbente de la multiplicidad social, a la corta o a la larga. La ampliación democrática en la historia a través del radicalismo y el peronismo han marcado un patrón cultural que vuelve a repetirse.

Mientras esto ocurre, tendremos la oportunidad de ver cómo los outsiders se adecuan a la política electoral. El teniente John Dunbar (Kevin Costner en el film) se termina asimilando a los Sioux, pero a través de una blanca que se crió con los nativos, enamorándose de ella. Toda una metáfora sobre los procesos de adaptación. Por CARLOS FARA para 7 MIRADAS

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