¿Qué nos diría?… por Carlos Fara

El liberalismo despiadado ha empujado a un trabajador al abismo. Una marioneta vestida de «influencer», escondida detrás de la pantalla de su GoPro Hero 12, como esa tal «Marilú», se burla de quienes luchan por ganarse el pan con el sudor de su frente. ¿Quién es ella para señalar al compañero que día a día enfrenta la adversidad, mientras ella juega a ser la reina de un mundo virtual? Se autoproclama defensora de la «libertad», creyendo que esa palabra la eleva por encima del dolor de quienes sostienen, con esfuerzo, lo poco que queda en pie.

Pero el sufrimiento de los trabajadores no es un juego ni un «posteo» en Instagram. Es sangre, sudor, y la angustia que los consume cuando ven venir la amenaza del despido, la humillación y la desesperanza. Este hombre, que se arrojó desde un noveno piso de la AFIP, no lo hizo porque quería dejar la vida, sino porque el sistema lo empujó hacia el vacío. No pudo soportar las burlas de esos libertarios, los ataques de trolls, el veneno de quienes jamás entendieron lo que significa ser un trabajador en este país.

¿Quiénes son ellos para llamar «ñoqui» a alguien que se parte el alma por llevar pan a su mesa? Esos que se esconden detrás de discursos fríos, llenos de números, pero vacíos de humanidad. Gente que jamás ha conocido el calor de la solidaridad ni trabajado un solo día de verdad. ¿Dónde estaban cuando José Luis Espert y su casta hacían tratos con el narcotráfico? ¿O cuando los Caputo, Sturzenegger y Marcos Peña hundían al país bajo el manto de la corrupción? ¿Y qué hicieron cuando Menem entregaba el futuro de la Argentina a los buitres financieros? ¡Nada! Callaron. Cómplices silenciosos de las mismas políticas que ahora pretenden presentar como salvadoras bajo la bandera del «liberalismo».

Compañeros, esta no es una batalla más, es una lucha por el alma de la patria. Luchamos por el derecho de nuestros hijos a vivir en una Argentina donde la dignidad del trabajador sea inviolable. No se trata de ellos y su falsa “libertad”, sino de nosotros, de quienes día a día ponemos el cuerpo y el corazón por un país grande. El hombre que saltó desde ese noveno piso no lo hizo porque quisiera; lo acorralaron, lo empujaron. Y eso, compañeros, es lo que traen estos libertarios: crueldad, desprecio por el pueblo trabajador.

No nos engañemos: no buscan libertad, sino poder. Quieren un gobierno de puños de hierro, un país donde sólo ellos puedan hablar y las voces de los trabajadores sean silenciadas bajo el miedo y la represión. Esos «influencers», como «Marilú», no son más que cómplices de una dictadura que busca aplastar todo lo que nos es sagrado.

¡Pero nosotros no nos rendimos! Lamentamos la decisión que hoy tomo este compañero que casi perdió la vida, solo le diremos que continuaremos en esta lucha para que cada trabajador siente que ya no está solo. Porque la patria es nuestra, y no la vamos a entregar a quienes sólo la ven como un negocio. La dignidad de un pueblo no se vende, y este pueblo jamás se ha arrodillado.

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