A siete semanas de la toma de Afganistán por parte de los talibanes, dirigentes y unos 1.500 seguidores del movimiento se congregaron hoy en los suburbios de Kabul en el primer encuentro para celebrar la victoria organizado en la capital.
La concentración se celebró en el municipio de Kohdaman, cerca de Kabul.
En el podio, Mawlawi Muslim Haqqani, el viceministro de Asuntos Religiosos, alabó la victoria del movimiento islamista que, según él, marca la derrota de los «cristianos» y de los «occidentales».
Solo se veía a hombres y niños en sillas o sentados en el suelo bajo lonas levantadas en medio de un terreno baldío.
En el exterior, decenas de guardias armados vigilaban, mientras los combatientes talibanes llegaban en camionetas.
«¡Estados Unidos derrotado. Imposible. Imposible. Pero posible!», pregonaba una de las canciones difundidas para darles la bienvenida pese a que la música está teóricamente prohibida por el movimiento islamista.
El acto comenzó solemnemente con una procesión de hombres armados vestidos con ropa de combate y que agitaban la bandera blanca de los talibanes con la profesión de fe musulmana inscrita en negro. Algunos llevaban un lanzacohetes al hombro.
Los civiles que participaban en el encuentro lucían prendas tradicionales o al menos llevaban tocado. La mayoría iban desarmados, informó la agencia de noticias AFP.
Siete semanas después de que los combatientes tomaran el poder, el «Emirato Islámico», nuevo régimen decretado por los talibanes, intenta afianzar su legitimidad tanto de cara a la población como a nivel internacional.
Miles de afganos y parte de la oposición huyeron del país por miedo a represalias.
Ningún país reconoció todavía al nuevo régimen de Afganistán, aunque Pakistán, China y Qatar han dado señales de apertura.
La subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, viajará a Pakistán esta semana con la intención de hablar, entre otras cosas, de cómo se puede presionar al Gobierno talibán para que respete los derechos fundamentales.
El Gobierno afgano se enfrenta al desafío de la gestión civil en un país paralizado económicamente y amenazado por una grave crisis humanitaria.
Desde que los talibanes tomaron el poder el 15 de agosto, tras 20 años de intervención militar estadounidense, tanto la Unión Europea (UE) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) suspendieron el acceso de Afganistán a sus programas debido a la incierta legitimidad del nuevo Gobierno afgano.
Esta situación provocó una rápida devaluación de la moneda afgana y una alta inflación, dado que hay indicios de que los precios de los alimentos han subido al menos un 50% desde que los talibanes tomaron el poder.
Además, el sistema bancario afgano permanece en gran parte paralizado y los afganos no pueden retirar dinero de sus cuentas, mientras que el sistema de salud, que dependía en gran medida de las ONG y la ayuda exterior, está al borde del colapso.
Al respecto, el alto representante de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, pidió hoy a los líderes internacionales que actúen para impedir un colapso socioeconómico en Afganistán.
El máximo diplomático europeo señaló que la UE decidió aumentar la ayuda humanitaria de 57 millones de euros a 200 millones de euros y, junto a sus estados miembros, se comprometieron 677 millones de euros para ayudar a millones de afganos.
«Si la situación continúa y se acerca el invierno, se corre el riesgo de convertirse en una catástrofe humanitaria», alertó, informó la agencia de noticias Europa Press.
«Las personas desesperadas pueden huir del país, creando un movimiento migratorio masivo que afectará a los estados vecinos, quienes ya albergan a más de tres millones de refugiados afganos», explicó Borrell.
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