Ventilar contra el coronavirus, pero ventilar ‘bien’

Varios estudios hacen hincapié en la importancia de ventilar estancias para evitar la presencia de aerosoles que puedan contener coronavirus u otros patógenos. Pero los caprichos de la mecánica de fluidos hacen que no baste siempre con abrir un rato una ventana. Aquí, algunas claves.

Por Mario Viciosa
Reportajes
21 octubre 2020 

Ventilar es «incluso mejor» que el lavado de manos para evitar contagios de SARS-CoV-2. Así de contundente se expresó el epidemiólogo jefe de Alemania, Christian Drosten, cuando el pasado septiembre, en su pódcast en la NDR, aseguró que no había dejado de ir a restaurantes, «pero siempre en el exterior«.

El Ministerio de Sanidad español mantiene una relación de estrictísimo ceñimiento a la evidencia científica respecto a la vía de contagio por el aerosoles, y es muy cauto a la hora de reconocerla.

Esta teoría asume que, como señalan diferentes equipos de investigadores, es habitual el contagio por respirar la ‘nube’ de micropartículas que deja una persona infectada al exhalar aire en un recinto cerrado sin ventilación.


SARS-CoV-2 en el aire:
«Evidencia abrumadora» de contagios por aerosoles. Esto dice la teoría que exige ventilar más y mejor

Pese a que ni Sanidad, ni la OMS, ni los CDC de Estados Unidos la consideran la vía principal de contagio, no dejan de recomendar ventilar los espacio cerrados con gente. De forma natural o mecánica. Pero hacerlo bien es más complicado de lo que parece.

Un equipo de la Universidad de Cambridge se ha puesto a abrir puertas, ventanas y extractores en una habitación… virtual. Un modelo de estancia recreada por ordenador, que es la única manera de calcular con cierta precisión las complejas dinámicas del aire en movimiento ante factores como la presión o el calor.

En su estudio adelantado en el número del 25 de noviembre de la revista Journal of Fluid Mechanics, los investigadores plantean tres escenarios con una persona contagiada en medio de una habitación. Los puedes ver detallados en el vídeo que encabeza esta información.

Los primeros 5-8 segundos tras un tosido son determinantes para dejar en el aire aerosoles. El volumen de la nube respiratoria sin mascarilla es 7 veces más grande que con una quirúrgica y 23 veces más grande que con una FFP2.

En resumen, consideran fundamental el uso de mascarilla para evitar que se formen columnas de aire caliente diagonales, a partir de la respiración de la persona infectada. Tener una ventana o puerta abierta puede tener un efecto contrario al deseado si, en línea por donde entra el aire, se sitúa otra persona. La corriente puede desplazar esa columna de posibles aerosoles ‘contaminados’ hacia la cara de la segunda.

Cuando el aire acondicionado o chorro caliente lo complica todo

Tal y como se demostró con nueve contagios distantes a partir de un infectado en un restaurante en Guazhou (China), poner un ventilador o aire acondicionados soplando desde un lado de la sala puede ayudar a la dispersión del virus. A menos que haya un lugar de salida o extractor funcionando al otro extremo.

El equipo de Cambridge viene a corroborar con su modelo lo ocurrido en aquel lugar. Los sistemas de ‘ventilación mixta’ ampliamente utilizados en oficinas sin ventanas abiertas, dispersan los contaminantes en el aire de manera uniforme por todo el espacio. Estos contaminantes pueden incluir gotitas y aerosoles, que potencialmente contienen virus.

«Si bien el control directo de las gotas y los aerosoles en los espacios interiores es difícil, exhalamos dióxido de carbono que se puede medir fácilmente y utilizar como indicador del riesgo de infección», explica desde Reino Unido el profesor Paul Linden del Departamento de Matemáticas Aplicadas y Teóricas de Cambridge.

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