¿Qué tiene de bueno y malo la miel?

Cuando oímos hablar de miel, seguramente, lo primero que nos viene a la mente es un gran frasco de cristal. También podemos pensar en las abejas y o asociarla con el resfriado, con la tos o en una cucharadita para endulzar algo. En los últimos tiempos, también sería de esperar que lo relacionáramos con azúcares libres, con picos de glucosa en sangre y con alguna que otra crítica cuestionando sus beneficios. Es entonces cuando la cabeza ya está hecha un lío. ¿Qué de bueno y de malo hay en la miel?

La miel es un edulcorante natural producto de la interacción entre flores y abejas. Como edulcorante que es, destaca por su dulzura. Es un alimento con un alto poder energético inmediato, fácil de digerir y de asimilar.

¿Qué es el responsable de esta dulzura y este poder energético?

La glucosa y fructosa presentes en la miel tienen la culpa. La composición de la miel depende del origen floral, los factores climáticos, del estado de la colonia, los métodos de recolección, de la raza apícola, etc. Pero mayoritariamente, un 80% de la composición de la miel son carbohidratos, donde destaca un 30% la glucosa y un 40% la fructosa. La fructosa es el azúcar mayoritario de casi todas las mieles, excepto en algunas como la de colza. Otros componentes son ácidos, minerales, proteínas, elementos aromáticos, vitaminas,… los cuales se encuentran en cantidades muy pequeñas.

La OMS describe con claridad que los azúcares presentes de forma natural en la miel (80%) son azúcares libres (diferenciándolos de los azúcares intrínsecos presentes en frutas y verduras enteras y frescas). Las recomendaciones para reducir el consumo de azúcares libres van siendo cada vez menos permisivas, y es que la relación entre su consumo y la probabilidad de sufrir sobrepeso u obesidad con riesgos asociados es indudable. En este momento, la OMS recomienda un consumo de azúcares libres inferior al 5% de la ingesta calórica total, incluidos pues, también los de la miel.

A pesar de esta definición, existe polémica sobre si realmente puede compararse el efecto metabólico producido por edulcorantes naturales y nutritivos, como puede ser la miel, con los producidos por azúcar blanco, por ejemplo. Un estudio publicado en The Journal of Nutricion1, diseñado precisamente para resolver este interrogante, acaba confirmando que la miel aumenta la glucemia y afecta negativamente el metabolismo lipídico, así como provoca un aumento de marcadores inflamatorios, del mismo modo que lo hace el azúcar.

En la miel, sin embargo, existe la otra cara de la moneda. Desde la antigüedad son muchas las cualidades nutritivas, curativas y cosméticas que se le atribuyen debido a su poder antimicrobiano, antiinflamatorio y cicatrizante. ¿Hasta qué punto existen estudios científicos que lo avalen?

¿La miel tiene beneficios para la salud?

En primer lugar, hacer referencia a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)4, la que no autoriza ninguno de los beneficios reclamados para la miel. No aprueba que:

– La miel tiene propiedades beneficiosas sobre el sistema digestivo.

– Los flavonoides que contiene la miel mejoran el balance de microorganismos del cuerpo.

– La miel tiene poder antioxidante.

– La miel tiene un efecto antimicrobiano.

– Ayuda a la memoria y mejora el aprendizaje.

– Mejora el metabolismo lipídico.


Dicho esto, y en contraposición, un estudio publicado en la revista Molècules2, diario de prestigio internacional por expertos de la química, revisa y publica los beneficios asociados a la salud que aportan los componentes de la miel. Recoge los resultados de varios estudios in vitro e in vivo que si han demostrado la actividad antioxidante, antimicrobiana, antiviral y antifúngica. También señalan los efectos protectores sobre los sistemas cardiovasculares, respiratorios y gastrointestinales.

La mayoría de estos beneficios están relacionados con compuestos fenólicos que contiene, aunque existe cierta controversia dado que; tras examinar la cantidad de estos polifenoles una vez ingerida la miel, demuestran tener una baja biodisponibilidad y absorción.

También cabe decir que muchos de estos estudios son con roedores, y por lo tanto los resultados no dejan de ser una extrapolación en humanos. Tampoco puede compararse la cantidad de miel empleada, el tipo, ni la duración en que se consume. En muchos de los casos la ingesta de miel es a dosis muy elevadas (> 1g / kg de peso). Si recordamos la recomendación para la ingesta de azúcares libres (avalada por la OMS), puede cuestionarse el costo – beneficio de la ingesta de miel para obtener efectos protectores.

Otro estudio recientemente publicado en la base de datos Cochrane3 busca la efectividad de la miel para la tos aguda en niños. Los resultados publicados no consiguen demostrarlo. Concluye que no hay pruebas sólidas a favor ni en contra de usar la miel. Así pues, aunque tenga componentes asociados a algunos beneficios no queda implícito que el efecto se alcance. La EFSA tiene carácter legislativo y hay que esperar sus dictámenes para poder aceptar declaraciones de salud.

Un aspecto a añadir es el riesgo de botulismo infantil que se asocia a la miel. El microorganismo Clostridium Botulinum, responsable de la enfermedad, puede encontrarse presente y puede producir intoxicaciones en niños. El comité científico de la EFSA recomienda evitar la miel en niños menores de 1 año.

El equipo de nutrición de ENDOCS recomienda seguir las recomendaciones de la OMS en cuanto a la ingesta de azúcares libres, y no descarta la ingesta de la miel de forma ocasional o en cantidades reducidas. Los beneficios y poderes protectores de la miel están aún en discusión y no son autorizados por la EFSA. Se apuesta por alcanzar un estado de salud óptimo con el seguimiento de una dieta equilibrada y variada, con un hábito regular de actividad física donde no es necesario esperar a que un alimento sea la panacea.

Por último, recordar que, si se compra miel, debe ser autóctona y hay que evitar las importadas. Cuando se aplican tratamientos de conservación hay muchos componentes que se anulan. Los procesos industriales de calefacción y almacenamiento pueden producir compuestos tóxicos. Además, comprar miel de la zona favorece la conservación de la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas.

Entradas relacionadas